Hermandad Sacramental de la Misericordia

Una lámpara de plata de Damián de Castro en el patrimonio de la Hermandad

A veces tenemos cerca tesoros valiosísimos de cuya existencia no nos damos cuenta. La Capilla del Sagrario y de los Santos Mártires es uno de ellos. En ella está, en primer lugar, el Santísimo Sacramento, Cristo mismo en su realidad física, aunque oculta bajo el pan eucarístico. En segundo lugar, la urna de los Santos Mártires expone a nuestra contemplación, veneración y ejemplo los huesos de quienes no dudaron en dar su vida por la fe. Y, alrededor de Jesús Sacramentado y de los Santos Mártires, un entorno artístico creado para su mayor honra por nuestros predecesores en la Herman-dad del Santísimo Sacramento y Santos Mártires de Córdoba.
Quizá la pieza menos conocida de este ajuar litúrgico, la que casi siempre nos olvidamos de reseñar cuando explicamos la historia y el arte de la Basílica a quienes nos visitan, es la lámpara que cuelga del centro de la cúpula en dicha Capilla. Se trata de una lámpara de plata de ocho brazos —tantos como gajos tiene dicha cúpula— que, quizá por la altura a la que se halla, a veces es difícil distinguir. Sin embargo, es una pieza valiosísima que tiene una curiosa historia.
Las obras realizadas en San Pedro en el verano y parte del otoño de 2019 han permitido que la veamos de cerca y podamos fotografiarla en alguno de sus detalles; en efecto, tras la terminación de la obra principal en las columnas que sustentan el templo, se procedió a una minuciosa labor de limpieza tanto del retablo principal como de la Capilla del Sagrario en su totalidad. Así, mientras desde los andamios se realizaba esta labor, la lámpara fue retirada y depositada en la sacristía, donde a su vez fue objeto de un meticuloso trabajo de limpieza. Así, pudimos captar imágenes de detalles que, en condiciones normales, resultan absolutamente inalcanzables.
La lámpara es toda de plata y tiene, como decimos, ocho brazos, que emergen de la base de un fuste o eje principal que, en su centro aproximado, contiene una macolla con cuatro caras, cada una de las cuales contiene una cartela en la que se halla inscrita la siguiente inscripción:

CARTELA 1
ESTA ARAÑA CON 3481/2 ONS LA COSTEÓ EN EL AÑO DE 1787 DN LORENZO CABALLERO NATVRAL DE CORVA EL QE LA DONO
CARTELA 2
A LOS SOS MARTIRS DE LA PAROQL DE S. PEDRO DE ESTA CIVD PA QE AIA DE ES-TAR SPRE EN SV CAPPA PA CVLTO DE LAS STAS RELIQAS
CARTELA 3
OBLIGANDO A LA HERMD A QE NO LA PVEDA VENDER NI DESHACER Y SI LLE-GADO EL CASO DE QVERER DESVARATARLA PASE A LA
CARTELA 4
BENERABL ORDEN TERCERA DE S FRANCISCO PARA QVE LA COLOQN EN SV CAPPILLA

El texto completo dice, pues, lo siguiente:

  • «Esta araña con 348,5 onzas la costeó en el año de 1787 Don Lorenzo Caballero, natural de Córdoba, el que la donó a los Santos Mártires de la (Iglesia) Parroquial de San Pedro de esta ciudad para que haya de estar siempre en su capilla para culto de las santas reliquias, obligando a la Hermandad a que no la pueda vender ni deshacer, y si llegado el caso de querer desbaratarla pase a la Venerable Orden Tercera de San Francisco para que la coloquen en su capilla».

En otro lugar del fuste, perfectamente visible, hay tres punzones perfectamente identificables, que acreditan la autoría de esta pieza en Damián de Castro (1716-1793), sin duda el más destacado orfebre cordobés del siglo XVIII: aparecen muy ampliados al comienzo de este texto. Toda la pieza está salpicada de pequeños detalles de decoración vegetal en los que no faltan las palmas martiriales, siempre dentro del estilo rococó, y por supuesto, dentro de la mejor línea de la orfebrería de su tiempo, dejando respirar a la plata.

La inscripción que acabamos de copiar nos aporta una serie de datos interesantes, tanto sobre la propia lámpara como sobre el contexto en el que se labró y, como suele ocurrir en estos casos, deja asimismo una serie apasionante de preguntas sin responder.
Por lo pronto, la fecha en que se cinceló es muy significativa. En 1787 la Capilla del Sagrario estaba terminada. La Hermandad del Santísimo Sacramento y la de los Santos Mártires se habían fusionado en 1742 con la intención explícita de construir una Capilla digna para el culto de sus titulares. Los trabajos puramente constructivos se prolongaron hasta 1757, aunque la decoración llevó unos cuantos años más, y la terminación definitiva vino más tarde, cuando en 1790 el orfebre Cris-tóbal Sánchez Soto concluyó la gran urna para las Sagradas Reliquias. En 1787, pues, el fiel cordobés Lorenzo Caballero quiso poner su aportación al esplendor de la Capilla financiando la lámpara de 348,5 onzas de plata, que equivalen casi exactamente a diez kilogramos del noble metal (la onza castellana equivalía a 28,7558 gramos, lo que da a la lámpara un peso total de 10.021,39 gramos de plata).

Arzobispo-obispo Caballero y Góngora
Su escudo en la torre de la iglesia de la Magdalena

¿Quién era este Lorenzo Caballero que donó la lámpara? Quizá sea casualidad, o quizá no, pero tiene el mismo apellido que Antonio Caballero y Góngora (1723-1796), obispo de Córdoba que presidió el 4 de mayo de 1791 el sellado y colocación de la urna de los Santos Mártires; pero en 1787 este prelado aún no ocupaba la silla de Osio, porque su cargo anterior fue el de arzobispo de Bogotá y virrey de Nueva Granada, al que renunció en 1788, si bien no llegó a Córdoba hasta finales de 1789. Caballero y Góngora era cordobés de Priego. ¿Era este Lorenzo Caballero pariente del obispo? Quizá también sea casualidad, o quizá tampoco lo sea, que una Luisa Caballero, del mismo apellido, fuera la propietaria del pequeño relicario de los Santos Mártires adquirido por la Hermandad en 2019 y concedido a esta señora por el prelado —que entonces sí residía ya entre nosotros— para su devoción particular; como se sabe, el relicario fue labrado en 1791, es decir, el mismo año en que se entronizó la urna de las Sagradas Reliquias en la Capilla del Sagrario.

Hay otro detalle muy interesante. En la inscripción consta que la lámpara se donó «a los Santos Mártires de la Parroquial de San Pedro», no «a la Parroquial de San Pedro»; para quitar del todo la duda, pone una condición que debe cumplir la Hermandad (no la Parroquia): «obligando a la Hermandad a que no la puede vender ni deshacer». Hablando en plata, y nunca mejor dicho: la lámpara (y la Capilla) es propiedad de la Hermandad. La pieza, pues, pertenece al patrimonio de la Hermandad del Santísimo Sacramento y Santos Mártires de San Pedro, es decir, a nuestra actual Hermandad.

Foto tomada en 1958; en ella se aprecia, con cierta dificultad, la posición de la lámpara, matizada en rojo suave

La petición de que la pieza salga de su destino originario si no se cumplen las condiciones de la donación no es algo excepcional. Otras obras del ajuar de San Pedro, sin ir más lejos, contienen exigencias similares. En este caso, se pide que si se decide deshacerla se traslade a la capilla de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, que en la época de que hablamos estaba en la iglesia del convento de San Pedro el Real, hoy Parroquia de San Francisco y San Eulogio.

Una última observación. En la actualidad, la lámpara se sitúa a una altura desmesurada, que la hace casi invisible. Hay que pensar que, cuando se construyó, estaba destinada a sostener velas de cera que debían ser encendidas y apagadas cada vez que hubiera un acto que lo requiriera; la lámpara dispondría, como era lo habitual, de un sistema de poleas que le permitiría ser izada y arriada cada vez que hiciera falta. Se conservan, además, fotografías relativamente recientes (de 1958) en las que se ve la lámpara mucho más abajo que en la actualidad, a una altura que facilitaría el encendido y apagado de las velas.

La próxima vez que entremos en la Capilla del Sagrario de San Pedro, después de adorar al Santísimo Sacramento y de venerar a los Santos Mártires, levantemos la vista para ver, aunque muy de lejos, esta impresionante obra de arte.

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